Antes que nada, quiero dejar establecido que parte del material aquí publicado, corresponde a la edición #66 que data del año 1981 por parte del periódico ECO de la ciudad de Pachucha Hgo. a cargo del entonces director y gerente general: el Sr. David Carrillo Jaén. El material fotográfico a sido puesto a dispocición por parte de la Sra. Guadalupe Flora de Vázquez; viuda del Sr. Horacio Vázquez Gonzalez; sobrino de la Sra. Carmelita Gonzalez Hernandez, así como el material hemerografico procurado por la Sra. Elizabet Vázquez Flora a quien agradezco por haber conservado celosamente estas publicaciones las cuales transcribo integras como fueron publicadas.
Es para mi un privilegio aventurarme a esta tarea de reunir materiales dispersos, así como algunas entrevistas que pronto veremos publicadas en este blog; pero mas importante me es el aventurarme al insondable laberinto de los recuerdos; ya que Doña Carmelita González Hernandez representa para mi esa posibilidad.
En el año de 1966 mis padres decidieron emigrar a la ciudad de México desde nuestra ciudad natal; Actopan Hgo. (siendo entonces Mexico una de las alternativas laborales para mi familia y para muchos paisanos), llegamos como lo hacen la mayor parte de migrantes; urbanizando las inmediaciones y buscando el acomodo y resguardo de esta ciudad que para entonces vivía una gran efervescencia política. Con todo esto (y con 8 hijos a cuestas), mis padres lograron establecerse dándonos a todos la facilidad de desarrollarnos en todos los sentidos; siendo yo entonces el menor de todos y contando con tan solo 2 años de edad, mi vida empieza a transcurrir en reglamentarios viajes dominicales a casa de mi abuelita Carmelita en Actopan, donde quedan estampados estos recuerdos.
Asimismo, los recuerdos son múltiples e inquietos, y en este rio de la memoria, veo a mi padre puntual en su partido de fútbol al que religiosamente no podía faltar; orgulloso de pertenecer al invencible Club Deportivo Actopan y ferviente promotor de este deporte.
Mientras, todos atisbabamos desde el graderío del jagüey, (este emblemático lugar) donde, del otro lado de las gradas (y con la calle de por medio que dígnamente lleva el nombre de mi abuelita) se levanta monumental, uno de los conventos agustinos mas exquisitos y majestuosos que e conocido.
...llegabamos entonces muy temprano a casa de mi abuelita carmelita donde nos aventurabamos yo y mis hermanos por todos los rincones, descubriendo las maravillas de su hogar; la cocina con los mejores olores; la jacaranda reventando el piso para tropezarnos, el arbol de granada ahí, con sus frutos, y al fondo, en la parte posterior de la cocina y el comedor; el corral donde estan mis mas profundos recuerdos: 2 enormes venados, imponentes y majestuosos como son esos animales (hasta hoy conozco que estos fueron soltados en el monte).
La sala tambien era uno de mis espacios predilectos, con su enorme piano esquinado, el cual, sin conocimiento musical alguno, tocaba a placer. Le seguia a este el altar, llorando la cera y solemnemente silencioso, con su cristo ahí; mirándome piadoso y martirizado; Para mis ojos de niño era todo un mundo detenido, misterioso y magico sobre un piso de duela que rechinaba.
Recuerdo tambien con gusto las comilónas en el comedor de su casa donde los platillos iban y venian,; de un lado de la mesa mis hermanos y yo, sentados ordenadamente, mirabamos de frente a nuestros padres, y a un lado de mi padre mi abuelita Carmelita; única, corazón de esa mesa y esos alimentos. Le seguia al lado derecho Sebastian (primero su capataz y posteriormente su esposo), sentado como un troglodita frente a un plato colmado de comida y un taxcál repleto de tortillas que degustaba a placer, (este personaje siempre me representaba a las viejas peliculas mexicanas, con su enorme sombrero y su ancho bigote), éste siempre me provoco azoro.
Despues de la comida, mi abuelita nos llamaba a su lado, y de su calceta, sacaba un fajo de billetes del cual deslizaba un billete de 1 peso para que fueramos a comprar lo que se nos antojara. Ese era el ritual de cada domingo.
Otros recuerdos que vienen a mi, se sucedian en la botica dond; con el olor penetrante de la medicina y el paisaje sonoro del mundo indigena otomí (esa lengua tan hermosa que ella habia aprendido), llegaban hasta ella buscando el consuelo y la cura para sus males que para entonces eran muchos; mientras tanto, yo recorria los estantes, indagando en los morteros, las formulas que ahí se preparaban, degustando esos olores que hasta hoy conservo en la memoria.
Todo esto fueron para mi mis primeros pasos sobre las calles de tierra de Actopan, el hilo conductor que me lleva hasta la imagen hermosa de esta gran mujer que fue mi abuela, y que al pasar los años redescubro y me emocióno de la larga, digna y humanista tarea que realizó en estas tierras semidesérticas del Valle Del Mezquital.
Quiero tambien hacer mención, que gracias a estas publicaciones biográficas, he llegado hasta el siglo IX encontrandome con los que hasta hoy conozco en mi genealogía: mi Tatarabuelo y mi Bisabuelo paterno, asi como el contexto de una epoca independientista en la república de cuba, en donde están estos origenes consanguineos; y que igualmente me hacen sentír orgulloso del camino recorrido por ellos en la transformacion de este pais.
Dejo aqui este testimonio de quien en vida fue una mujer ejemplar y consecuente; y que a la distancia sugiere seguir los pasos hacia un mundo donde el humanismo y el amor por los pobres de la tierra sea una tarea de todos.
"Con los pobres de la tierra
quiero yo mi surte echar"
Jorge Vazquez Florajose martí
Huecorio, Michoacan
Junio 2012










Felicidades Jorge, que orgulloso debes de estar de tu familia.
ResponderEliminarGracias por darle lectura; demasiado tiempo de no entrar, hasta hoy veo el comentario.
Eliminar...y si, me siento orgulloso de la estatura de mujer que tuvo mi abuelita, sobre todo por su entrega con los mas desfavorecidos.