Genealogia e historia
A mediados del siglo XIX la Isla de Cuba continuaba siendo una colonia española; en Trinidad, ciudad de la provincia de Las Villas, bañada en las prodigiosas aguas del mar Caribe, famosa por su economía cafetalera y por poseer mas de cincuenta ingenios azucareros, nace Manuel González Castillo; el fue hijo de inmigrante español y madre peruana.
Su padre era propietario de uno de los ingenios azucareros, en el cual laboraban mas de cuarenta esclavos negros; la bonanza que se vivia permitió que Manuel González Castillo con holgura hiciera la carrera de medicina, mientras que su hermano Trinidad, de carácter bohemio, se inclino por el periodismo.
La tropical colonia Española era por ese tiempo una joya codiciada por Estados Unidos de Norteamérica; ya existia el antecedente de la anexión de una gran parte del territorio mexicano hacia Estados Unidos, y Cuba pódia ser un fuerte apoyo para los Estados esclavistas del sur.
Pero en Cuba cundían las ideas de libertad, por lo que muchos esclavistas criollos y aún españoles, pensaban en reprimirlas mediante una anección, aunque otros consideraban que ésta era la unica alternativa para liberarse de España.
Los fracasos de recientes insurrecciones en Cuba, habia disminuido la confianza de los cubanos expatriados nuevamente, por lo que era necesario hacer renacer la esperanza.
El 24 de enero de 1880 Jose Martí pronuncia un discurso, en el cual aborda la cuestón de los negros, relacionándola en forma magistral con la esperanza cubana y revolucionaria.

Y a ésta se encuentran unidos, inflamados de patriotismo, el doctor Manuel González Castillo y su hermano el periodista Trinidad González Castillo.
Ambos hermanos pasan armas a los rebeldes, mientras que los negros que laboraban en el ingenio paterno, con sigilo fueron proveedores de hombres a la causa libertaria.
El 17 de mayo de 1880 desembarca en Cuba Clixto Garcia, aguerrido revolucionario, pero las noticias de su movimiento poco a poco se van haciendo escasas, hasta que disminuye el entusiasmo inicial, porque la rebelión que acaudillaba se llevó a cabo en forma incoherente y acéfala, los capitanes comprometidos nunca llegaron a reunirse en Cuba y fueron sometidos en forma separada.
Sin recursos los rebeldes y ante la indiferencia del país cansado ya de 10 años de luchas, depusieron las armas.
El ingenio del padre del doctor Manuel Gónzalez Castillo fue intervenido por los españoles y éste, con su hermano Trinidad para salvar su vida, no tuvieron otra alternativa que el exilio.
La llegada a Veracruz, de ellos y la presencia de un paisaje lleno de exhuberante vegetación, decorado con los rayos de un sol cálido y brillante --como los de su natal Trinidad--. hizo ascender su alma y se sintieron como en su propia patria.
El viaje a la ciudad de Mexico fue una observación completa del paisaje, sus poblados y su gente.
Como era costumbre en esos tiempos, el único medio de relación social eran las tertulias, pero como su hermano Trinidad nada hacía para colocarse en el periodismo mexicano, el doctor Manuel González hizo el siguiente poema:
"Es bajito de estatura,
y enamorado hasta ahí,
Siempre anda cual
colibri detrás de alguna hermosura.
Mas nunca llega a encajar,
pues que le teme al casorio.
Le gusta hacer de tenorio,
mas no se deja enyuntar.
Periodista retirado,
la prensa diaria dejó.
El, de Gutenberg siguió
el arte noble y amado.
Mas una vuelta no da,
pues tiene la fama ya
de ser un poco limón."
(En Cuba se dice limón a los flojos)
Fue presisamente en una de estas tertulias en la cual el doctor Manuel González Castillo conoció al rico comerciante y agricultor Elías Paredes Pérez, hermano de Valeriano Paredes, quien era Adiministrador de Rentas en Actopan Hidalgo.Esta persona lo invitó a que fuera a ejercer a este lugar, donde sus servicios eran requeridos, ya que el único doctor que habia lo era Petronilo Flores.
Como esto era lo que buscaba, aceptó y su consultorio-farmacia quedó establecido en la esquina que forman las calles de Porfirio Diaz y Plaza Principal.
Aquí conoció a la casta, culta y bella jovita Hernández lozano, oriunda de San Salvador, Hidalgo, conla que contrajo matrimonio.
De esta unión nació MARIA DEL CARMEN GONZALEZ HERNANDEZ.
MARIA GONZALEZ HERNANDEZ nació el 13 de julio del año de 1887 en una de las habitaciones anexas al consultorio del doctor Manuel González Castillo, Ella nació oliendo a medicinas.
Sus padres procrearon cuatro hijos mas, de nombres Juana, Gonzalo, josefina y Jovita.
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| jovita gonzález hernández |
Carmelita cursó los primeros años de su instrucción en la escuela "Jovita Monter", la cual se encontraba instalada en el edificio conocido como "Los Azulejos", en Actopan, mismo en donde en una ocación durante su peregrinar detuviera su paso el Benemérito de las Americas, don Benito Juárez y ahí pernoctara.
Luego pasó a un colegio josefino ubicado en la esquina que forman las calles de Plateros y San Juan de Letrán, en la capital de la Republica. Como ya sabia la regla de tres y quebrados, fue admitida en tercer año.
La vida le sonreía, era una quinceañera de radiante belleza y mente ágil, cuando la trajedia se cirnió en su hogar.
Su made, a los ocho dias de dar a luz a Jovita, muere de un infarto cardiaco. Su padre acongojado y sin tener familiares cercanos a quien acudir, le pide a su hija primogénita Carmelita, que lo auxilie y ella a partir de ese día de hace cargo del cuidado y educación de sus hermanos y multiplicando sus deberes también atiende la farmacia.
Dice que tanto los secretos farmacéuticos como los conocimientos medicos de su padre, al correr de los años fueron de su dominio, lo mismo preparaba "papelitos" que remedios de alcohol y esencias, o pomadas, jarabes y ungüentos. Para los inapetentes, "mistela de hambre", para los espantados, "espiritú de contraespanto".
Narra que una noche, cuando corria el año de 1905 --fecha que ella marca como el inicio de su apostolado--, su padre llegó procedente de Francisco I Madero, en aquel entonces Tepatepec, después de una de sus agotadoras jornadas de trabajo, lo vio descender de su caballo y recostarse en su lecho con visibles huellas de cansancio.
Tiempo despues se oyeron violentos y angustiados golpes en la puerta. Eran unas personas que tenian a un familiar grave y requerían los servicios del doctor.
Carmelita vio a su padre tan profundamente dormido que no se atrevió a despertarlo y haciendo frente a la circunstancia les dijo que su padre pedía que le narraran a ella los pormenores del mal que aquejaba al enfermo y ya debidamente enterada, presta preparó el medicamento adecuado, que suministrado en unos "papelitos" entregó, diciendo que los enviaba su padre.
El enfermo sanó, y como era usual en Actopan, agradecido se presentó ante el padre de Maria del Carmen, quien sorprendido fue en búsqueda de su hija y le preguntó que qué le habia recetado al enfermo, porque éste habia muerto.
En los años siguientes y hasta la muerte de su padre, acaecido en el año de 1921, Carmelita González Hernandez fue una eficas auxiliar de él.
Ella era solicitada para atender a los enfermos, en carácter de medico, Viajaba a caballo, que era el unico medio de transporte, sin importar la hora ni el lugar en que fuera necesaria su presencia.
Suele dar un toque de alegría a sus actos.
Narra que una noche atendió a la esposa del señor Isauro Galindo, quien fuera Presidente Municipal de San Salvador, Hidalgo, de un parto, pero en los momentos más críticos se fue la luz, Se pedían cerillos a gritos para prender las velas, mas nadie traía; finalmente solo un cerillos fue localizado coincidiendo con el feliz parto y desde entonces a la persona bien nacida se le conoce con el nombre de "El Cerillo", pues asi lo bautisó Carmelita.
En los años veintes era raro el médico que de la capital del Estado se aventuraba a trasladarse a la población de Actopan a dar consulta, porque hacerlo era exponerse a ser víctima de las numerosas gavillas de asaltantes que merodeaban en la ruta o a los revolucionarios villistas, carrancistas o zapatistas.
Y además, los servicios médicos sólo eran solicitados por las personas pudientes, quienes así podían desprenderse de la fabulosa suma de veinticinco pesos, que era lo que costaba la consulta.
Cuenta Carmelita que durante la epidemia de tifo que asoló a nuestra República en 1917, atendia un enfermo, para el que sus familiares también solicitaron los servicios del eminente médico de Pachuca, doctor Agustín Torres Cravioto. Estpresenció la franca mejoría del enfermo. INtrigado preguntó a Maria del Carmen Hernández que de qué lo estaba atendiendo y una vez que éste le hizo una descripción axacta de su mal y del cuidado y medicinas que le suministraba, Agustín Torres Cravioto dijo que ahí su presencia no era necesaria, que el enfermo estaba en magnificas manos.
Cabe hacer notar que, --y ello es una absoluta verdad-- Carmelita no cobraba un solo centavo por consulta.
Dice que no obstante los numerosos votos de confianza de que ha sido objeto a lo largo de 75 años, en los cuales inclusive se le ha visto con el don de sanar, su lema siempre a sido el de recurrir a quien mas sabe y entre otros de sus consejeros, por varias décadas, su guia y maestro lo fue el sabio Demófilo González quien tenia su consultorio en el numero 10 de Palma, en la ciudad de Mexico.
Un dia intempestivamente le fue clausurada su farmacia, quedando Carmelita en la más profunda de las tristezas.
Ella, acongojada y en un mar de lagrimas, una y otra vez llegaba a la ciudad de Pachuca, ante las puertas del sobervio funcionarío de Salubridad que había extendido la orden de clausura, pero siempre le fue negada toda audiencia.
Mientras tanto, lo ocurrido se tornaba en una verdadera tragedia en Actopan. Los menesterosos, acostumbrados por decenas de años a ponerse bajo el cuidado de Carmelita, como seres perdidos deambulaban por las calles y se apostaban a las puertas de la farmacia.
En Actopan vivia el ingeniero Gilberto del Arenal, funcionario gubernamental, hombre bueno, generoso y altruista, quien enterado de lo ocurrido, dijo: "Carmelita, vamos a Pachuca al arreglo de su asunto".
En esa ciudad le dijo al jefe de sanidad: "NO VENGO A PEDIRLE NADA PARA CARMELITA, VENGO A SOLICITARLE UN FAVOR PARA LAS GENTES HUMILDES DE ACTOPAN".
Y a partir de ello se le extendió su licencia para ejercer, la cual se reproduce en esta obra.
Carmelita cuenta con 94 años de edad; su farmacia sigue funcionando normalmente, pero ella a perdido parcialmente la vista y ha tenido nesecidad, para continuar con su sublime apostolado, de que varias ayudantes la auxilien, a ellas les proporciona los tres alimentos diarios y les paga los mejores salarios de la región. Sin embargo ello ha motivado que se haya visto en la imperiosa nesecidad de cobrar de un peso a cinco pesos por consulta.
En los tiempos en que el país era gobernado por Lázaro Cárdenas, hubo tambien intentos de clausura en su farmacia, pero los agraristas, en una franca y total ayuda para esta alma caritativa, por decenas y armados se acantonaron por algunos días en su casa y farmacia, protegiéndola.
Sostenia relaciones de noviazgo con Vicente Zenil, quien era gerente de la Compañía Irrigadora del Centro, persona que como un paréntesis enla vida, Carmelita llenó a este de halagos y de dicha, cuando ocurrió la muerte de su padre, el doctor Manuel González Castillo . Muy devota se disponia a guardar el año de luto acostumbrado, pero le fue sugerido que habiando quedado huérfana, ella y sus hermanos serían victimas de gentes perversas, que era mejor que se casara con Vicente Zenil quien por ser alto jefe en el Estado de Hidalgo de la Compañia Irrigadora del Centro, era persona respetada y ademas éste era un hombre de bien. Y suspendió su luto, casándose.
Su esposo, entre varias poesías que le escribió, le hizo la siguiente:
"Alla cuando muera primero que tú,
coloca en mi tumba simbólica cruz.
No triste, no negra, la pongas por Dios,
no quiero que al verla te cause pavor.
Azul, como el cielo, con flores al pie,
azul la prefiero, mil veces te amé,
le pones mi nombre, mi nombre no más,
y vienes seguido al triste lugar.
Que yo en tu perfume
mi amor te enviaré
y prometo amarte,
cual vivo te amé."
Maria del Carmen González Hernandez es de caracter férreo, como lo demuestra el hecho que a sus 94 años de edad, puede controlar a sus empleados y cuidar ella misma de la farmacia y sus enfermos y todavia, como si no fuera suficiente con estas actividades --y soslayando el mandato bíblico que dice BASTA AL DIA DE SU AFAN--, a las cinco de la mañana recibe leche que es expendida en el patio de su casa, que es anexa a la farmacia.
Este carácter queda, tambien, de manifiesto, cuando su hermano Gonzalo González, quien cursaba la carrera de Ingeniería en la ciudad de Mexico, por virtud de movimientos revolucionarios, la Facultad hubo que cerrar sus puertas y éste se vino a radicar a Actopan.
Estaba muy contento administrando un rancho propiedad de Carmelita y al reanudarse las clases, nada hacia para reintegrarse a sus estudios. Resuelta, se enfrento a él, diciendole que lo corría. Gonzalo, asorado, le pregunto que si deveras lo corría, asentando Maria del Carmen que sí, que bien sabía que lo queria entrañablemente. Que el rancho con todas sus pertenencias era de el, pero cuando se presentara con su titulo de ingeniero, y se fue.
Pasado el tiempo Gonzalo González se tituló de ingeniero y llegó a formar parte del gabinete de Agricultura, durante el gobierno del general Manuel Avila Camacho.
Su hermana juanita sostenia relaciones de noviazgo con José Trejo Martinez, hermano del general villista Roberto Martinez y Martinez, quien era desertor de las filas carrancistas y quien habia logrado tomar Actopan.
Esta plaza fue recuperada y se encontraba al frente del destacamento carrancista un teniente de apellido Ortiz.
Procedente de la capital de la República llegó José Trejo Martínez, para conferenciar sobre el movimiento revolucionario con Angel Percástegui. Conocida su misión por los carrancistas, salieron en su búsqueda y encuentro, pero José Trejo Martínez, ignorando que su presencia en Actopan no era desconocida por el bando contrario, muy confiado pasó por la farmacia. Carmelita lo llamó, pasándolo a sus habitaciones, y ahí entre platicas fue pasando el tiempo, sin decirle nada sobre el peligro que se cernía sobre su persona, salvándolo así de una muerte segura.
La gratitud no tiene límites, como demuestra una mujer humilde, Elena Téllez, quien le escribió el siguiente acróstico:











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